Quimica Perfecta
Capitulo 9
- ¿Qué es eso? -pregunta Leah.
- Nada -digo, esperando que capte por mi tono de voz que no me apetece hablar del tema.
- ¡Chicas, esperad! -grita Darlene, quien se acerca corriendo hacia nosotras-. He visto a Joe en el campo de fútbol. Me ha dicho que le esperes.
Miro el reloj. Son casi las seis y quiero llegar pronto a casa para ayudar a Baghda a hacerle la cena a mi hermana.
- No puedo.
- Doug me ha contestado -dice Leah-. Nos invita a una pizza en su casa.
- Yo puedo -dice Darlene-. Me aburro un montón ahora que Tyler ha vuelto a Purdue y puede que no le vea en semanas.
- Pensaba que ibas a verlo el próximo fin de semana -dice Leah que está escribiendo un nuevo mensaje.
Darlene se queda allí plantada, con los brazos en jarras.
- Bueno, así era hasta que me llamó y me dijo que todos los novatos de la fraternidad tienen que pasar la noche en la residencia para no sé qué loca iniciación. No me importa, siempre que el pene de Tyler quede intacto cuando todo eso acabe.
Al escuchar la palabra «pene», busco las llaves en el bolso. Cuando Darlene se pone a hablar de penes y sexo, es mejor retirarse porque no hay quien la pare. Y ya que no suelo compartir mis experiencias sexuales (o la inexistencia de ellas) con nadie, me largo de allí. Es el momento perfecto para escapar.
Mientras jugueteo con las llaves entre los dedos, Leah me dice que Doug la acompaña, de modo que haré sola el trayecto hasta casa. Me gusta estar sola, así no tengo que representar el papel ante nadie. Puedo poner la música a todo volumen si me apetece.
Sin embargo, no dura mucho el momento de diversión, que me brinda la música porque me doy cuenta de que mi móvil está vibrando. Lo saco del bolso. Hay dos mensajes de voz y uno de texto. Todos de Joe.
Lo llamo a su móvil.
- ___, ¿dónde estás? -me pregunta.
- De camino a casa.
- Vente a casa de Doug.
- Mi hermana tiene una nueva cuidadora -le explico-. Tengo que echarle una mano.
- ¿Todavía estás cabreada porque he amenazado al MuXBlood que tienes por compañero de laboratorio?
- No estoy mosqueada, aunque sí algo molesta. Te he dicho que podía arreglármelas sola y no me has hecho ni caso. Además, habéis montado toda una escena en el pasillo. Ya sabes que no pedí que me lo asignaran como compañero -le digo a Joe.
- Lo sé, ___. Es que detesto a ese tío. No te enfades.
- No estoy enfadada -aclaro-. Pero no soporto ver que te pones así sin motivo.
- Y yo no soporto ver a ese tío susurrándote al oído.
Intuyo que va a empezarme a doler la cabeza, una migraña de las buenas. No necesito que Joe haga una escena cada vez que un chico me habla. Hasta ahora nunca te había hecho, y con ello solamente consigue que quede más vulnerable al escrutinio y los cotilleos, algo que no quiero que ocurra.
- Olvidemos lo que ha pasado.
- Por mí bien. Llámame esta noche –dice-. Pero si puedes terminar antes y venir a casa de Doug, estaré allí.
Cuando llego a casa, encuentro a Baghda en la habitación de mi hermana, en la primera planta. Está intentando cambiarle los pañales, aunque tiene a Rosalie en la postura equivocada. Tiene la cabeza donde normalmente debería tener los pies, una de sus piernas está colgando al borde de la cama... es un desastre y Baghda está resoplando como si fuera la tarea más difícil que haya hecho en la vida.
¿Mi madre se habrá tomado la molestia de verificar sus credenciales?
- Ya lo haré yo -le digo a Baghda, apartándola a un lado. Le he cambiado los pañales a mi hermana desde que éramos niñas. No es muy divertido cambiar la ropa interior de alguien que pesa más que tú, pero si lo haces bien no tardas mucho ni se convierte en algo interminable complicado,
Mi hermana sonríe de oreja a oreja al verme.
- ¡__(Las dos primeras letras de tu nombre)!
Rosalie no puede articular palabras, por lo que recurre a aproximaciones verbales. «__» significa «______». Devuelvo la sonrisa mientras la coloco bien sobre la cama
- Hola, peque. ¿Quieres cenar? -pregunto mientras saco las toallitas de un envase e intento no pensar en tarea que me ocupa.
Mientras le pongo unos pañales nuevos y unos pantalones limpios, Baghda me observa al margen de todo. Intentó explicarle los pasos a medida que lo hago, pero basta con mirarla una sola vez para saber que no me ha escuchando.
- Tu madre ha dicho que podía marcharme cuando llegaras a casa -me dice.
- Está bien -respondo mientras me lavo las manos. Antes de que pueda darme cuenta, Baghda ha desaparecí cual Houdini.
Llevo a Rosalie a la cocina en su silla de ruedas, pero cuando llegamos veo que lo que normalmente es una cocina impecable está patas arriba. Baghda no ha fregado los platos, apilados en el fregadero, y tampoco se ha toma la molestia de hacer una tarea tan difícil como fregar suelo después del arrebato de Rosalie con el yogur.
Preparo la cena de mi hermana y limpio todo el estropicio.
Rosalie dice lentamente la palabra «colé», aunque realidad ha sonado más a «ole», pero sé a lo que se refiere..
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